PERIODISMO EN DEBATE EN COLOMBIA:
En
los últimos días recrudeció la campaña psicológica en Colombia y para que
tuviera el impulso necesario como para seguir incentivando la guerra, hace
falta desinformar, demonizar y echar galones de gasolina para que el fuego de
esa guerra no se apague, sino que siga incendiando. Nadie mejor que la prensa
del sistema podría hacer ese trabajo tan pernicioso como necesario para los
grandes intereses oligárquicos.
Con
el fin de mostrar la otra cara de la moneda, desde el seno del movimiento
guerrillero, se alzaron otras voces. Las de quienes dan su visión y dejan bien
marcado su posicionamiento, explicando los por qué de ese estado de
confrontación armado que ya lleva varias décadas, porque en Colombia cambiaron
las caras de la clase gobernante, lo que no cambió es el fin que persiguen, la
necesidad imperiosa de que esa guerra continúe y de que el pueblo sea el que
sigue poniendo las víctimas.
Seguimos
insistiendo en la necesidad imperiosa de un profundo debate con participación
del campo popular nacional e internacional. Un debate que tenga como eje
central la terrible problemática que padece un pueblo y que con voluntad
política verdadera podría cambiar lo que hasta el momento parece un destino
señalado.
Ningún
ser humano nace para matar, tampoco ninguna guerra se plantea como una cuestión
mágica y espontánea. Hay situaciones que empujan a que hermanos, hijos de la
misma tierra, dejen a un lado las palabras reemplazándolas por el rugido de las
bombas y las ráfagas de ametralladoras.
Aquí
tenemos la contratara de todo lo que se viene diciendo desde el poder, esta vez
habla el pueblo y como tal tiene derecho a ser tenido en cuenta. Luego, cada
cual sacará sus propias conclusiones.
Las
dos campanas repican, ojala este cercano el día en que todos y todas hablen el
mismo idioma, para ello es imprescindible escuchar los dos tañidos.
Abajo
publicamos un aporte de este debate abierto en la página de ANNCOL de Pablo Catatumbo, integrante del
Secretariado Nacional de las FARC-EP que analiza y polemiza contra otro colega
destacado, el escritor y columnista de la Revista Semana, Antonio
Caballero. Es así, en la “Batalla de las ideas”, como dice Fidel, que el futuro
de Colombia debe construirse.
Redacción ANNCOL
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Timochenko, Pablo Catatumbo e Iván Márquez |
No todo lo del pobre es robado
Disquisiciones en torno al artículo “A medias” de Antonio Caballero [1].
Por Pablo Catatumbo
Integrante del Secretariado Nacional de las FARC-EP
Como a esta selva casi todo llega tarde,
hace poco recibí la revista Semana del 5 de marzo de 2012 en la que el
columnista Antonio Caballero plantea unas observaciones sobre la decisión de
las FARC-EP de cesar las retenciones de civiles con fines financieros. Su
lectura generó diversas reacciones en las tropas farianas que me acompañan,
cuyas conclusiones y observaciones pretendo plasmar en esta nota, saludando y
respetando, a pesar de las diferencias, la postura de Caballero, así como la de
todas las diversas corrientes de opinión que han llevado a que la paz sea otra
vez asunto de debate público en la
Colombia de hoy, que no se resigna a ver el tema embolatado
en los enormes bolsillos del Presidente.
Plantea Caballero que los militares
privados de la libertad son llamados por nuestra organización prisioneros de
guerra. Clarificar este punto resulta clave, pues en realidad el que denomina
prisioneros de guerra a ese colectivo humano es el Derecho Internacional
Humanitario, DIH, en tanto son integrantes plenos de un ejército en contienda
que resultan capturados en medio de acciones bélicas. Esa denominación no es ni
invento, ni capricho de nuestra organización. Lo demás, es querer tapar el sol
con las manos.
LA GUERRA ES INFELIZMENTE UNA SITUACIÓN indeseable,
límite, que implica la comisión de acciones incómodas, casi todas penosas y
dolorosas. El DIH ha sido seguramente un intento inspirado en el altruista
espíritu de civilizar y disminuir el sufrimiento implícito en estas crueles
circunstancias, a pesar de las talanqueras que se le imponen a conflictos
asimétricos internos como el nuestro, donde a los ejércitos insurgentes se les
desconoce su carácter de parte beligerante, pero se le exige el cumplimiento
estricto de todos los protocolos.
Lamentablemente se pretende de modo maniqueo
que el DIH lo cumpla y aplique la insurgencia, aunque el Estado colombiano
histórica y sistemáticamente viole todos y cada uno de sus protocolos. Sigue en
total impunidad torturando, recurriendo al asesinato metódico de líderes
sindicales y de la oposición, a la desaparición forzada y a toda clase de
crímenes de lesa humanidad, como lo constatan las miles de investigaciones que
hoy reposan en la Fiscalía,
así como los informes de diversas ONGs, la ONU y demás organizaciones defensoras de los
derechos humanos. Sobra decir que el DIH tampoco rige para que lo cumplan las
grandes potencias, como los E.U., China, Rusia, Gran Bretaña y países satélites
como Israel o Arabia Saudita.
COINCIDIMOS
CON EL COLUMNISTA de Semana en que la práctica
del secuestro no resulta aceptada por nuestro pueblo. Y esto a pesar de lo
extendida que es, como él mismo plantea. Debido al amplio rechazo al secuestro
es que las FARC-EP, organización político-militar conformada por hombres y
mujeres del común, y regida por un orden de dirección colectiva, iniciamos un
proceso interno de discusión entre todas las comandancias y estados mayores
guerrilleros sobre el tema de las retenciones. De allí surgió la decisión que
todo el país conoce por la vía del comunicado mencionado.
Caballero y otros periodistas plantean un
pretendido ritmo mastodóntico en nuestra toma de decisiones.
PRESENTAMOS
LAS EXCUSAS pertinentes frente a la criticada lentitud
en la toma de las decisiones al interior de nuestra organización. A diferencia
del Ejército oficial, como ya lo hemos dicho en otras ocasiones, en las FARC-EP
no nos podemos dar el lujo de comunicarnos con la inmediatez de los teléfonos
celulares o de las videoconferencias de las oficinas capitalinas. Para una
decisión nacional requerimos de la activación de un complejo aparato
conspirativo que logre burlar los muros que pretende imponernos el enemigo. Sin
embargo, podemos comunicarnos, discutir colectivamente y sacar conclusiones de
cara al país, como lo demuestra este mismo documento.
Volviendo al tema, quiero dejar claro que
al igual que frente al punto de los prisioneros de guerra, el secuestro no es
ni invento ni patrimonio exclusivo nuestro. En Colombia también secuestran la
fuerza pública, los servicios de inteligencia del Estado, sus socios
paramilitares, los narcotraficantes, la delincuencia común, incluida la de
cuello blanco, etc. El país requiere de una justa medida sobre este tema, pues
mucho se habla de él, sin objetividad, sin un real trasfondo, y de confiarse la
opinión pública en las disparatadas y poco confiables estadísticas de la oenegé
de extrema derecha Fundación País Libre, las conclusiones a las que se habrá de
llegar serán, cuando menos, absurdas.
DE
NUESTRA PARTE, EL PAÍS PUEDE tener la certeza del compromiso
de todos y cada uno de los integrantes del Estado Mayor Central, quienes
fungiremos de veedores de la realización de lo que nos compete en cada uno de
nuestros frentes y columnas, dentro de lo señalado por el comunicado que hizo
público el Secretariado Nacional a principios de marzo.
En él se anuncia la derogación de lo
relacionado con las retenciones financieras autorizadas por la Ley 002, promulgada por el
Pleno del Estado Mayor Central del año 2000, y que no fue ningún capricho del
comandante Jorge Briceño como equivocadamente señala Caballero. Nuestra guerra
de resistencia, infelizmente hay que decirlo, requiere de finanzas. Las FARC-EP
no podemos esperar subvenciones de organismos multilaterales ni apoyo militar
de Estado alguno. Dependemos de la solidaridad de nuestro pueblo y de los
internacionalistas del mundo entero, así como de nuestra propia audacia en la
consecución de recursos para el cumplimiento de nuestras tareas
político-militares.
LO
QUE ME INTERESA DESTACAR, y la columna de Caballero nos
sirve de ejemplo, es que para algunos nada de lo que hagamos las FARC-EP va a
ser de buen recibo, porque falta sindéresis, falta objetividad en el análisis.
Si atendemos el clamor nacional y las peticiones de algunas oenegés y
organizaciones de mujeres frente a la liberación de los prisioneros de guerra,
la respuesta es que somos unos mentirosos y unos pérfidos. Si llamamos al
diálogo es que estamos acorralados y al borde de la derrota o de la
desaparición física. Si dirigimos exitosas acciones militares por la geografía
nacional, como lo estamos haciendo, resultamos siendo unos terroristas
desesperados que damos los últimos coletazos, etc.
La pregunta es, entonces, ¿qué quieren la
gran prensa y el poder mediático que hagamos las guerrillas revolucionarias de
Colombia? ¿Qué cometamos un acto de suicidio colectivo masivo? ¿Que simplemente
desaparezcamos de la vida nacional, sin luchar por los cambios estructurales
que toda Colombia reclama? ¿Que renunciemos a nuestra historia y nos transformemos
en camaleónicos trepangos de la corrompida vida política del país, como ocurrió
con los ultra revolucionarios de antaño, hoy correas de transmisión del
sistema?
COMO
SI EL MEDIO SIGLO que vamos a completar
enfrentando esta guerra que nos declararon, y los cientos de miles de muertos,
heridos, mutilados, desaparecidos, masacrados, desplazados, etc., de la
población civil, más los que suman los ocurridos en las filas de la fuerza
pública y la guerrilla, con sus consiguientes viudas, huérfanos, familiares
desaparecidos y pérdida de bienes, se pudieran borrar de un solo plumazo,
porque a alguien se le ocurrió que con solo entregar las armas, se resuelve
todo, como si toda esta tragedia nacional hubiera sido un paseo de boysscouts.
Esa visión superficial del problema, no solo carece de objetividad y de
seriedad, sino que peca de irresponsable.
La guerrilla revolucionaria en Colombia se
sustenta históricamente en la existencia de un régimen político oligárquico
autoritario, excluyente y violento, esencialmente corrupto, profundamente
antidemocrático y en un orden económico inequitativo. Régimen político que se
manifiesta en la ausencia de un escenario político verdaderamente democrático y
participativo. Ha de quedar claro, y no descansamos en nuestro propósito de que
quede efectivamente claro, que nosotros no iniciamos esta guerra, y eso lo sabe
muy bien el columnista. Por el contrario, nos vimos obligados a participar de
ella como ejército de resistencia ante la agresión del Estado contra el
campesinado y contra la oposición revolucionaria.
Por ello no negamos nuestra intención de
alcanzar una verdadera paz, duradera y democrática. Ello no es síntoma ni de
rendición ni de derrota. Insistimos en ello desde la Marquetalia heroica,
insistimos en ello en La Uribe,
insistimos en ello en Caracas y Tlaxcala, y volvimos a insistir en El Caguán.
PERO
PARECE QUE PARA ALGUNOS sólo hemos sido unos mitómanos
sistemáticos, unos profesionales de la mentira, como si el peso de esta guerra
desigual e infame que nos ha tocado soportar y enfrentar, para nosotros solo
fuera un paseo. En mi opinión, de lo único que pueden acusarnos en lo relativo
a la paz, es de ser unos tercos, unos incansables proponentes de una paz con
justicia social a lo que los poderosos le tienen pavor.
Esto se ha de conectar con otro debate nada
descartable: ¿Cuál es el papel del periodismo en la Colombia de hoy? Nos
asalta la pregunta en momentos en que vemos cómo el poder mediático azuza una
nueva campaña de mentiras contra nuestra organización. Los medios nacionales
registran falsedades diarias contra nosotros, sin ninguna objetividad y sin
ninguna verificación. Veamos algunos ejemplos.
Los medios regionales del suroccidente
registraron hace unos meses a un oficial de artillería que escondía sus tanques
detrás de los bienes de civiles en Caloto, en clara infracción al DIH. Pero los
violadores al derecho internacional terminamos siendo nosotros. Él, que fue
dado de baja, terminó siendo un héroe, por aquello de que mientras las bombas
del Ejército son humanitarias las nuestras son terroristas. Un labriego del
mismo municipio resulta presuntamente obligado a poner un burro bomba, en una
zona donde estos animales son una rareza, a sólo 20 metros del puesto la III División, y los
responsables resultan ser misteriosamente los miembros del Sexto Frente de las
FARC-EP. Se conmemora el Día Internacional de la Mujer Trabajadora
y todas las emisoras acuden al testimonio de unas presuntas desmovilizadas de
las FARC, desconocidas en nuestros frentes y columnas, que proceden a hablar de
unos crímenes que a la par de profunda indignación, despiertan risas a nuestras
muchachas guerrilleras, conocedoras de su absoluta falsedad.
CONOCEMOS
DE LA INVALUABLE
LABOR de periodistas y columnistas
honestos, independientes, que enfrentan día a día la censura y las presiones de
los medios de comunicación que nada tienen que ver con la cacarea da prensa
libre. Indudablemente todos ellos han de jugar un papel clave en la
construcción de un nuevo país, de una Colombia distinta, más justa, más
incluyente y más democrática, como la que queremos todos. A los demás no está
demás pedirles que por lo menos acepten que no todo lo del pobre es robado.
Montañas
de Colombia, 15 de abril de 2012
[1] A medias, Por Antonio Caballero
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