Al fin los formadores de opinión Liberales, Perestroikos,
y demás ex Marxistas renegados, que como en este caso particular, cambió sus
ideas por una silla en la dirección del Banco de la república; han entendido
que no pueden seguir gastando tinta escribiendo sobre la derrota de las Farc y
que es mejor argumentar sobre los diálogos de Paz abiertos en La Habana y Oslo.
ANNCOL presenta a
sus lectores, la opinión contrastada de un reconocido neoliberal que victima de
su propio salto mortal, ahora critica lo que ayudó a consolidar en sus 12
largos años al frente de la junta directiva del Banco de la república
(1993-2005) Hoy victima de sus contradicciones teóricas reclama más Estado para Colombia, claro que sin
decir qué tipo de Estado, pero por sobre todo olvidando en su resumen amañado
de historia de Colombia; la bonanza marimbera de Turbay Ayala y la ventanilla
siniestra del Banco de la República montada por López Michelsen y presentada
como bonanza cafetera.
También ocultando
las bonanzas del Narco, iniciadas poco antes de que su jefe Cesar Gaviria con
su equipo decretaran constitucionalmente la apertura neoliberal de 1991, la que
no se ha detenido hasta el momento actual; presentándolas como una inexorable
ley económica, o “maldición de los recursos naturales”, cuando la maldición
está en el neoliberalismo trasnacional depredador, que le impuso una guerra de
despojo al pueblo colombiano para robarle toda su riqueza social y llenarse los
bolsillos de dinero y rentas de la tierra, sin saber qué hacer con él.
Claro que
aislarse económicamente, fuera de ser un error, resulta hoy prácticamente
imposible, y más erróneo resulta volver a discutir sobre el viejo anzuelo
tirado por la “Burguesía Nacional” criolla liderada por Lleras Restrepo de la
industrialización de bienes intermedios y transables. Eso es poco menos que un
sarcasmo anacrónico, cuando lo que actualmente, en la época del Imperialismo
Trasnacional y Globalizado, se conoce como países capitalistas desarrollados; son
simplemente países exportadores de Tecnología de Punta, incluido el capital
financiero, con toda su plataforma tecnológica ultra sofisticada, para ser enviado
instantáneamente en forma de préstamos de un país Central a otro Periférico.
Eso; convertirse en un país tecnológico, es lo que viene luchando la República
China y que todavía no ha logrado conseguir, a pesar de que su “Burguesía
Nacional” dirigida por Deng Xiaoping, lleva cerca de 40 años intentándolo, con
la idea fija disfrazada de marxismo, de convertir el Estado Chino en una gran potencia
hegemónica como lo soñó Mao Tse Tung.
Y mientras tanto
en Colombia; ¿quien le quita o al menos debilita la hegemonía política
hipertrofiada al terratenientismo militarista liderado por Uribe Vélez, tipo
prusiano que el sr Kalmanovitz muy bien describió en los años 70, y que según
sus propias palabras, tiene un poder político desmesurado de cerca de 500 años,
que no corresponde con su poder económico real y actual?
Respuesta: ¿El otro terratenientismo burgués Agro-Minero
y Trasnacional, dirigido por JM Santos?
Ese es el
verdadero debate actual de Colombia y por eso ANNCOL presenta a continuación el
texto escrito por el Sr. Kalmanovitz en Razón Pública: Para contrastar y
debatir.
El modelo económico de las FARC
Por Salomón Kalmanovitz
Razón Pública 11.11.2012
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Salomón Kalmanovitz |
Análisis incisivo y breve del ideario económico de las FARC, de por
qué ese modelo no le sirve a Colombia, de lo que enseña la historia, y de cómo
deberíamos aumentar la intervención del Estado y sembrar un futuro mejor para
las mayorías.
El ideal de las FARC
El modelo económico de las FARC sería llevado a cabo por un “nuevo
gobierno que consolide la paz sobre la base de la participación política y la
convivencia democrática, que supere la corrupción, garantice el estímulo a la
pequeña, mediana y gran industria, recupere el proteccionismo de Estado a la
economía, controle sus sectores estratégicos, impulse la investigación
científica, realice la reforma agraria, reivindique a los trabajadores y
suprima las formas de explotación que han degradado el valor del trabajo,
dignifique a las grandes masas empobrecidas, transforme socialmente al país y
recupere todos los valores sociales” (Rubén Zamora, uno de los negociadores de
las FARC).
La desindustrialización que han vivido muchas economías que exportan
petróleo y otros recursos valiosos no resulta de la aplicación deliberada de
ningún modelo económico.
El modelo fariano se contrapone al modelo neoliberal que, según ellos,
entrega los recursos naturales al capital extranjero y produce
desindustrialización, caída de la agricultura (con excepción de los
agro-combustibles), y empobrecimiento de los campesinos por los tratados de
libre comercio, todo lo cual conducirá inevitablemente al colapso de la
economía nacional.
En algún aparte afirman que la vinculación con la economía global empobrece
a los países y que el verdadero desarrollo se obtiene mediante la autarquía,
seguramente integrándose a los países de América Latina que han optado por el
camino de la izquierda.
Maldición de los recursos
naturales
La desindustrialización que han vivido muchas economías que exportan
petróleo y otros recursos valiosos no resulta de la aplicación deliberada de
ningún modelo económico; es el efecto directo de una ley económica según la
cual la renta que produce una bonanza exportadora hace que la moneda se
revalúe, lo cual abarata las importaciones y hace menos rentables las
exportaciones – de manera que baja la producción nacional de los bienes “transables”-.
Es lo que se denomina “maldición de los recursos naturales”.
El mejor ejemplo de esa “maldición” es Venezuela: a cada auge de los
precios del petróleo le sigue una pérdida de competitividad de su producción
interna; con la política anticapitalista de Chávez, se ha agravado la
desindustrialización, lo cual ha hecho necesario importar la inmensa mayoría de
alimentos y otros bienes de consumo.
La política necesaria para enfrentar la maldición de los recursos
naturales no es precisamente cerrar la economía, que no haría más que
agravarla, ya que al reducirse las importaciones se revalúa todavía más la tasa
de cambio. Al contrario: se necesita ahorrar buena parte de la renta minera e
invertirla fuera del país o en proyectos locales intensivos en importaciones.
Lo anterior es algo que por ejemplo no hace Chávez, quien en vez de
subir los impuestos aumenta la deuda para hacer gasto público, lo cual acaba
por minar tanto la industria como la agricultura de su país.
Aunque la minería en Colombia está impulsando un crecimiento
desequilibrado — y aunque afecta negativamente la producción industrial y
agrícola — es riqueza verdadera que alimenta sectores no transables, como la
construcción, el comercio y los servicios, en especial los del gobierno por la
vía de impuestos y regalías: Ecopetrol ya provee una parte muy importante de
los ingresos del gobierno central.
Más Estado
Estaría de acuerdo con una política más estatista cuando yacimientos y
equipos revierten a la Nación, como en el caso de Cerro Matoso, en vez de
extenderle el contrato a una empresa que ha violado las leyes tributarias y de
protección ambiental del país. Precisamente, Ecopetrol surgió de una política
nacionalista de un gobierno conservador que no renovó la concesión de Mares en
1950.
También se debe construir más Estado para que regule y comparta una
mayor parte de la renta de los recursos que no son renovables, mediante
regalías e impuestos más elevados a las empresas que se lucran enormemente con
las condiciones del mercado mundial.
Aprender de la historia de
Colombia
El desarrollo económico de las periferias del capitalismo mundial ha
sido posible cada vez que el comercio se expande y los términos de intercambio
favorecen a los productores de materias primas.
En la década de 1970, las políticas de estimulo permitieron una
expansión de las exportaciones industriales y agrícolas.
Colombia tuvo poco crecimiento en el siglo XIX, porque tenía
relaciones semi-feudales de producción y porque sus ciudades estaban muy lejos
de las costas, gravando las exportaciones con enormes costos de transporte.
Cuando en el siglo XX empezó a producir un cultivo tan valioso como el café,
que podía absorber los costos de transportarte por el río Magdalena o hasta
llegar a Buenaventura, tuvimos un desarrollo económico bastante bueno.
Sin embargo la política proteccionista que surgió de la alianza entre
cafeteros e industriales llevó a que no se buscaran nuevos productos de
exportación, hasta que los precios del café cayeron tanto que la economía
nacional entró en crisis hacia finales de la década de 1960.
En la década de 1970, las políticas de estimulo permitieron una expansión
de las exportaciones industriales y agrícolas, pero esas volvieron a perder
dinamismo con las bonanzas cafeteras de 1976 y de 1986, la del petróleo y la de
otros productos mineros, que se iniciaron en los años noventa.
Insisto: no fueron las políticas de apertura las que redujeron las
oportunidades de la industria o de la agricultura, sino los grandes flujos de
divisas que recibió el país por haber encontrado petróleo de 1994 en adelante y
por exportar carbón, oro y coltán en la actualidad.
Sembrar futuro
Esas políticas y la revaluación han permitido renovar los bienes de
capital y los equipos de todos los sectores de la economía, han aumentado la
productividad en todos ellos y han hecho que los colombianos adquiramos
electrodomésticos, autos, motos y celulares que antes consumían solo las capas
más ricas de la población.
Ha faltado mucha inversión en educación, ciencia y tecnología. Ni el
gobierno Uribe ni el de Santos parecen entender la importancia de tener un
sistema educativo que forme científicos, buenos ingenieros e innovadores.
Brasil es el ejemplo a seguir pues ha logrado exportar bienes intensivos en
tecnología, tanto agropecuarios como industriales.
La politización de las regalías en Colombia ha conducido, como bien lo
señala Zamora, a su desperdicio y apropiación por políticos y contratistas
corruptos, no importa que el gobierno intente aplicar parte de ellas a ciencia
y tecnología.
Aprovechar la bonanza
¿A qué debemos la bonanza que acompaña la explotación de nuestros
recursos naturales? Al gran desarrollo económico del este asiático, de la China
y de la India que demandan esos recursos, como en su momento lo hicieron
Inglaterra, toda Europa o Estados Unidos y Canadá.
Ahora bien: el peso de la minería en el producto interno colombiano no
es muy alto y aunque representan el 60 por ciento de sus exportaciones, todavía
contamos con una economía bastante diversificada: en 2011, el sector
agropecuario exportó 7.060 millones de dólares, el manufacturero casi 10.000 y
el minero 37.148. El 96 por ciento de las exportaciones venezolanas, por
contraste, son de petróleo.
Los tratados de libre comercio no son la panacea para un país que solo
aspira a especializarse en la exportación de materias primas. Los gobiernos de
Uribe agravaron el problema al no ahorrar la bonanza externa y, al contrario,
al endeudarse para gastar alegremente lo que no nos había entrado todavía.
La administración Santos no ha hecho lo suficiente para aumentar los
impuestos que recaen sobre la minería y los ricos del país, que es la forma
como se puede ahorrar y evitar los daños que produce la maldición de los
recursos naturales y lo que permitiría exportar bienes agropecuarios e
industriales a Estados Unidos, México, Canadá y Europa.
Aislarse no es salida
El país debe industrializarse: no encerrándose en sí mismo, sino
aprovechando sus ventajas adquiridas y las que tienen que ver con la
elaboración de productos derivados del ferroníquel, el carbón, el petróleo, el
oro y el coltán. La autarquía puede resultar en una pérdida de productividad
por falta de economías de escala.
Los TLC pueden resultar atractivos para empresas de América Latina y
del mundo que pretendan exportar bienes y servicios a todos los países que no
nos cobran aranceles por cruzar sus fronteras.
Es notorio cómo el socialismo venezolano del siglo XXI nos está
exportando sus empresas petroleras, industriales y de servicios…aunque habría
que pasar por un filtro a algunas de ellas..
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