Por Horacio Duque
Todo parece estar listo para
que mañana lunes 19 de noviembre entre a funcionar la Mesa de Conversaciones de La Habana , entre el gobierno
del Presidente Juan Manuel Santos y las Farc, con sus correspondientes
delegaciones de plenipotenciarios y asesores designados.
Conviene resaltar que el
Acuerdo general pactado desde agosto, luego de una etapa preliminar de
exploraciones, sugiere dos grandes capítulos para el trabajo. El primero se
refiere a la terminación del conflicto armado que dura ya mas de 50 años. El
segundo a la construcción de una paz estable y duradera.
Obviamente la agenda de 6
puntos es la columna vertebral de los diálogos. No obstante, el espíritu del
Acuerdo es la base de todo. Lo que implica dar una lectura
e interpretación sincrónica y no por fases o compartimentos estancos
a los diversos campos establecidos.
No obstante, se han expresado
inquietudes e ideas de orden procedimental que tienen validez.
1. ¿Qué tiempo durarán las
conversaciones?La duración de las conversaciones preocupa a las partes. El
gobierno se inclina por un proceso veloz, de pocas semanas o meses. Entre
tanto, las Farc ha dicho que no es saludable presionar con fechas la Mesa. Los tiempos de la
paz no pueden ser cronológicos, con días, horas y minutos cantados de antemano.
Sus tiempos son ontológicos y atienden más a condiciones optimas para la
materialización.
Al respecto no sobra decir que
en Irlanda el asunto se tomó más de 120 meses -cerca de 10 años- y aún no
termina su implementación; en El Salvador, fueron casi 70 meses; en Guatemala,
40 meses; y en Sudáfrica, por lo menos 60 meses.
10 meses para Colombia no
parecen ser adecuados, dada la complejidad del problema y sus
profundas raíces y manifestaciones. Aunque por las velocidades y “liquidez”
del tiempo posmoderno, ese lapso es una eternidad y son muchas las cosas que se
pueden hacer durante el mismo, de existir la mejor voluntad, sobre todo del gobierno,
que en otros ámbitos de su gestión no parece tener mucha agilidad y eficiencia.
Lo hemos visto con la Ley
de Tierras y reparación de víctimas, presentada como “la gran revolución
agraria” santista, promocionada en el mundo por el desaparecido escritor
mexicano Carlos Fuentes como la panacea para la violencia colombiana. Ya han
transcurrido dos años y los resultados de este instrumento jurídico son
lamentables y ridículos Las restituciones encallaron en los juzgados
agrarios y los trámites administrativos; al tiempo, los ejércitos
antirestitución siembran el terror entre los campesinos, en extensas zonas
del país, con la complacencia de los encargados del “monopolio
legítimo” de la violencia, y las reparaciones monetarias se convirtieron en
dinero de bolsillo de los agentes electorales del régimen, como en Norte de
Santander y Cúcuta, donde se concentran casi 200 mil víctimas de la violencia,
sitio en que un prominente senador santista, jefe de los funcionarios
municipales y departamentales encargados del tema, es quien da las
autorizaciones para los giros respectivos a sus recomendados, desde su
Directorio electoral clientelista y reeleccionista.
Bien se le puede replicar al
señor Humberto De La Calle ,
el circunspecto jefe de la delegación oficial, para solicitarle en sus
términos, menos retórica, mas transparencia, menos clientelismo y más
resultados concretos para la paz y la convivencia, que como lo establece el
documento del Acuerdo, garanticen la efectividad del proceso para concluir el trabajo
sobre los puntos de la agenda, de manera expedita y en el menor tiempo posible,
para cumplir con las expectativas de la sociedad sobre pronto acuerdo. Y de esa
manera la duración pueda estar sujeta a evaluaciones periódicas de
los avances.
2. El “hecho comunicacional de la paz”
Las comunicaciones son otra
inquietud. Por lo que ocurrió en Oslo, con la rueda de prensa de las Farc,
censurada por las cadenas mediáticas predominantes (Caracol y RCN) y
con lo que está ocurriendo, debido a la manipulación de centenares
de periódicos, emisoras y canales regionales de televisión, en los que una
jauría de supuestos analistas y testaferros de la pauta estatal, presenta los
temas de la paz a su amaño para estigmatizar y satanizar los actores que
dialogan, es prioritario construir el “hecho comunicacional” de la paz. En la
pos modernidad las comunicaciones lo son todo. La estructura de la sociedad es
esencialmente comunicaciones. Las comunicaciones son las unidades
constituyentes y reproductoras de los sistemas sociales. Ello explica que en el
Acuerdo este tópico se trate de manera reiterada, para establecer que como
parte de la democratización política se garantizará el acceso a los medios de
comunicación y en el transcurso de las conversaciones se establecerá una
estrategia de difusión eficaz. La paz como sistema social se construye en gran
parte con el concurso de un dispositivo comunicacional imparcial, objetivo
y sinergicos con los principios de la no violencia.
3. La participación de la sociedad civil
La participación de la sociedad
civil es un punto que plantea interrogantes. Si bien es cierto la Mesa necesita, por razones
técnicas, alguna discrecionalidad en su funcionamiento, no se puede ignorar que
su fuerza política depende del consentimiento popular. La legitimidad de la paz
tiene estrecha relación con la mayor participación popular, la misma que no se
puede organizar a retazos. Intervención que bien puede darse con diversos
instrumentos y escenarios. La paz 2.0, con una página web interactiva, es
necesaria pero no suficiente. Lo que si resulta un peligro es el canal de
Adpostal para enviar propuestas y sugerir ideas, por la casi segura
manipulación que hagan los servicios secretos, la Central de Inteligencia
del Coronel Echandía y los grupos paramilitares, de información y datos
privilegiados para desatar campañas criminales contra la sociedad, con
masacres, desapariciones, cárcel y asesinatos de los amigos de la paz, como
ocurrió en el pasado con la
Unión Patriotica y el período del Caguan, que fracaso por el
Plan B del señor Pastrana para armar hasta los dientes el ejército oficialista
sin importarle un comino la paz de Colombia. Ojala el señor Santos, tan
proclive a jugadas traidoras, deje a un lado su Plan B que consiste en la
estrategia “Espada de Honor” para liquidar y acribillar la insurgencia
campesina revolucionaria, mediante golpes de mano, campañas de exterminio,
asaltos y drones asesinos. O sus infantiles amenazas de abandonarlo todo porque
según su desapacible perspectiva si se suspende La Habana no pasa nada, como
si con las esperanzas de paz de los colombianos se pudiese jugar impunemente.
Pero, independiente de lo que
se decida en La Habana ,
en dicha materia, el pueblo debe movilizarse de manera autónoma con
manifestaciones, concentraciones, plantones y eventos de toda índole, que
respalden la paz. No hay que ahorrar recurso para apoyar las conversaciones y
sus avances concretos. La Mesa
de diálogos es una conquista democrática y popular para defender con mucha
firmeza.
4. La cuestión agraria y el desarrollo rural
El tema inicial es el de la
cuestión agraria. Los puntos ordenados se resumen en la necesidad de resolver
el problema de la grave concentración de la propiedad rural en una
minoría terrateniente, que monopoliza las mejores tierras del país
como fundos ganaderos e improductivos, al tiempo que 10 millones de campesinos
y trabajadores rurales se debaten en la pobreza, la exclusión y el
desplazamiento forzado.
El latifundio feudal es el
principal foco de violencia en Colombia, a lo largo de su historia.
Su origen viene desde la
conquista y colonia hispana, que implicó un tremendo despojo de las sociedades
indígenas, mediante el exterminio violento de los grupos amerindios, victimas
de la voracidad de los señores feudales de la corona española, la que los
retribuía mediante Cédulas Reales, con las mejores tierras a través de la Encomienda. El
latifundio encomendero fue la principal relación social durante los siglos XVI,
XVII y XVII en la Sabana
de Bogota, en la Costa
Caribe , en los Valles del Río Magdalena y Cauca y Uraba.
Desde aquella época perviven gigantescas haciendas en manos de apellidos muy
conocidos e influyentes en la sociedad. Son los señores de la tierra y de la
guerra.
La revolución y las guerras de
independencia lideradas por Simón Bolívar, incluyeron esfuerzos por
eliminar la gran propiedad latifundista, pero los resultados no fueron
plausibles por cuanto la prioridad era la constitución de naciones soberanas en
el modelo de la democracia liberal burguesa que emanó de la revolución francesa
y americana.
Con posterioridad, al promediar
el siglo XIX, fueron generales bolivarianos, como Jose María Melo
y Tomas Cipriano de Mosquera, los que realizaron políticas semejantes
a una reforma agraria. Mosquera fue implacable con el latifundio católico de
los jesuitas y otras ordenes religiosas, las que promovieron varias guerras
civiles (1862, 1865, 1876, 1887 y 1899), a través de los jefes conservadores,
para impedir la democratización de la propiedad de la tierra. Jefes
conservadores con apellidos que aún estan vigentes -Holguin, Ospina, Hurtado,
Reyes, Restrepo y Caro- utilizaron, junto con la iglesia, sistemáticamente la
violencia contra los campesinos y los liberales, hasta recuperar sus extensos fundos
y organizar el Estado confesional de la Regeneración nuñista que implanto un régimen
político reaccionario vigente hasta la década del 30 en el siglo XX, cuando
colapsó por la presión burguesa, obrera y popular.
Los ecos de la radical reforma
agraria llevada a cabo por la revolución rusa de 1917, liderada por Lenin,
Kamenev, la Krupskaya ,
Bujarin, Troski, Radek y Stalin, se sintieron por todo el planeta.
Entre 1934 y 1938, Alfonso
López Pumarejo, un cafetero burgués y liberal, ante la movilización
socialista que simpatizaba con el programa sovietico , implementó, desde la Presidencia de la República , unas tibias
reformas sociales como las que se incluyeron en la Ley 200 de tierras que
enfatizaban básicamente en la función social de la propiedad para proceder a la
expropiación de latifundios improductivos. Sin embargo, la cosa no llegó a
mayores porque los poderosos latifundistas, entre ellos la iglesia católica,
dejaron sentir su monumental peso político y alimentaron nuevas guerras civiles,
promovidas por el Partido Conservador y sus jefes falangistas como Laureano
Gomez, Gilberto Alzate, Aquilino Villegas, Fernando Londoño y Marcelino Velez.
La tormenta reaccionaria, con
ecos coloniales, forzó el repliegue de la burguesía liberal y cerró con el
asesinato del caudillo liberal Jorge Eliecer Gaitan, el cual marcó un hito en
la historia nacional, dando pie a un prolongado ciclo de matanzas y exterminios
en masa de campesinos, los mismos que se encuadraron en autodefensas populares
y revolucionarias organizadas por los comunistas, para demandar una reforma
agraria democrática desde el año 1963, sin que aún sea realidad.
Tanto la reforma agraria hecha
por el Presidente Mao Tse Tung, después del triunfo de la revolución
China en 1949 y profundizada por el Gran Salto y la Revolución cultural de
los años 60, como la reforma agraria establecida en Cuba, a partir de 1959,
luego del triunfo del ejército rebelde del comandante Fidel Castro, que
liquidaron de raíz el latifundio feudal para entregar la tierra a los
campesinos trabajadores, ejercieron una enorme influencia sobre los campesinos
colombianos.
Temerosa de una revolución
socialista que replicara lo de China y Cuba, la burguesía liberal, retomo, con
el patrocinio gringo de la
Alianza para el Progreso, durante el gobierno de Carlos
Lleras Restrepo, a mediados de los años 60, las banderas reformistas para
aprobar leyes e instituciones de modernización agraria que le dieran espacio al
capitalismo en el campo. Para el efecto se promovió la Asociación de Usuarios
Campesinos/ANUC, organizada por un lider gaitanista que se desempeñaba como
Ministro de Agricultura, el doctor Apolinar Diaz Callejas. Además, se crearon
distritos de riego, se otorgaron créditos y construyeron infraestructuras
viales, que favorecían a los empresarios, tipo farmer, de la
ruralidad subsumida por las relaciones mercantiles estimuladas por el gobierno,
obligados a una coexistencia con el junker violento tradicional.
El triunfo fraudulento del
siguiente Presidente, el conservador Misael Pastrana Borrero, freno en seco el
reformismo agrario de la burguesía llerista. Pastrana se reunió con el cogollo
terrateniente y firmaron un Pacto en el municipio tolimense de Chicoral, para
enterrar todas las leyes emparentadas con la democratización rural. Fue el
triunfo de la “vía junker”, como la denominó Lenin en su celebre texto sobre el
Desarrollo del Capitalismo en Rusia.
La casta terrateniente,
heredera de siglos, sigue viva y mandando. Es mayoritaria en el Estado y en el
Congreso de la República ,
pues en su gran suma, senadores y representantes, son reconocidos latifundistas
en sus regiones de origen Dispone de tropa pública y paramilitares para impedir
con bala, machete y leyes cualquier esfuerzo de justicia con los campesinos.
Hicieron con las bandas
paramilitares organizadas por el Ejército gubernamental, a punta de matanzas y
exterminios colectivos, durante el periodo comprendido de 1980/2011, una
descomunal contrareforma agraria, de la mano de Turbay Ayala, Belisario Betancur,
Andrés Pastrana y Alvaro Uribe, su más visible representante, con extensas
haciendas en Antioquia y Córdoba.
Las guerrillas de la
resistencia revolucionaria que encarnan las Farc, se gestaron en el ambiente
rural como expresión del derecho a la rebelión de los pueblos frente a la
inveterada violencia de los señores del latifundio y su Estado oligarquico.
Es lo que explica que su
bandera sea una reforma democratica integral que elimine el latifundio
terrateniente y entregue la tierra a mas de 10 millones de campesinos,
acompañando tal medida con créditos, subsidios, vias, infraestructuras,
educación, escuelas, salud y derechos políticos que permitan su participación
efectiva en el gobierno de las instituciones públicas.
Una reforma agraria de esas
dimensiones, que favorezca la cooperación campesina y el desarrollo solidario
no es incompatible con una economía capitalista moderna que garantice la
seguridad alimentaria de la población con granos,legumbres, verduras y frutas.
Desafortunadamente el programa
del gobierno, con las Locomotoras minera y agricola, con su Ley de restitución
de tierras y el proyecto de Desarrollo rural, no permiten ser optimistas sobre
eventuales avances en la Mesa
de La Habana. Ojala
la dialéctica de las conversaciones arroje resultados favorables para la paz
con justicia social en el campo nacional. Pero se requiere que los campesinos
se movilicen, salgan a las calles, hagan manifestaciones y demanden la reforma
agraria democratica integral.
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